La tarde comenzó con una tormenta de esas típicas de verano, con sus gotas calientes cayendo pesadas sobre el asfalto. Me dirigía a la Gran Vía madrileña para asistir a la presentación del último poemario de Nuria Ruiz de Viñaspre, Tablas de Carnicero. Llegado a La Casa del Libro (donde era la presentación), descubrí con un curioso estupor que el pequeño rincón que antes estaba dedicado a los libros de filosofía (entre el ascensor y las escaleras de la segunda planta), estaba ahora dedicado a esoterismo, libros sobre velas, incienso y otras exquisiteces por el estilo. Curioso cambio. Habían sacado la filosofía a la sala principal ampliando su espacio.

Pero, ¿no es acaso la violencia el nacimiento de la civilización? El robo del fuego por parte del que todo lo prevé (Προμηθεύς) y lo tiene todo calculado. ¿Incluso su propio castigo? Condenado a que las mismas bestias le devorasen el hígado cada día, a la retroalimentación de la violencia engendrada por él mismo.

Y ya ni siquiera somos verdaderos cazadores; ya no queremos mancharnos de sangre. Para eso tenemos a los carniceros, que se comportan como "hombres". Matan, despiezan y cocinan por nosotros; se manchan por nosotros, cobardes animales civilizados.
Entre tanta poesía, entre tanta ética y carne mística ensangrentada, la realidad se nos plantó en las narices (bueno, en los oidos) y nos provocó más de una sonrisa. La Gran Vía madrileña celebraba a bocinazos un gol de la selección española frente a la chilena. Mal día para habitar poéticamente... lluvia, fútbol.

Todos atendemos a la espera de los nuevos ídolos que sustituyan a esos dioses huidos. La gente vestida de rojo embobados frente a un televisor, también mirando hacia arriba, poblando los bares-establo. Nosotros, mirando la pantalla que había sobre la sala observando el matadero. Pan y circo; vacas y fútbol. La pregunta debe permanecer como tal: Wozu Dichter?
Terminé la tarde viendo el final del partido y saboreando una jugosa hamburguesa.
1 comentario:
gracias gracias gracias
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